Tu cielo me ilumina, me aísla del mundo y me deja llorar sin
preguntas,
llueve al mundo y a las consignas superfluas que todo lo
inundan,
me cobija y me enseña el camino cuando ya no hay esperanza,
y deja que entre el aire frio, fresco,
huyendo al fin
de ese rumor duplicado que vicia nuestra estancia hasta adormecer
el ruido inerte de nuestra irónica pasión.
Tus nubes pronuncian formas de colores,
suspenden en el infinito los versos que te arropan,
que te rozan cuando el silencio se convierte en ropaje
y los sonidos de tu cuerpo son roces que el mar calma.
Escucho y reduzco las palabras para no perderme las tuyas.
Escucho
despacio, sintiéndote cerca, susurrándote entre roces las imprevistas caricias
que se acercan hasta tus labios, que seducen mi boca, que suspiran sin prisa
hasta que la noche te alcanza y dejas que el sueño provoque lo que yo desde
aquí no puedo provocar.
No te toco y sin embrago se que me sientes....
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