Siento un eco distraído cuando grito mis palabras,
presumo de ausencia contenida cuando los sonidos rozan cada uno de mis pasos,
y me acostumbro a las sombras que peregrinan por la vida , compañeras irreales de cansadas noches
donde la estúpida y vencida sintonía de las horas se olvida de mi.
Siento un temperamento desprevenido y fugaz
que mira para otro lado cuando los pasos se derriten ante el descalzo devenir de la ternura
y su mirada me esquiva y su corazón sonríe con una burla acostumbrada,
y sus movimientos son tarimas sin ruido
donde pisar descalzo por la naturaleza seca
y abandonada de su nombre,
y sobrevivir como un esclavo a la dictadura de su amor,
y contradecir a las mentiras que tanto ayudan a naufragar en este desierto de ruidos y pasión
que son las calles de esta mañana de Mayo.
Siento un vacío incontrolable y mordaz que atenaza los recuerdos
como si el triste viaje que emprendiste llevará un pedazo de mi en la maleta descosida por los lamentos,
y tu cara dormida sobre su almohada
y mis sueños rotos sobre el origen descompuesto del pasado
y los versos mal escritos, desvividos, negros, pálidos
por el barniz infinito de las palabras.
Siento un extremo pesar en cada paso que cristalino subyace a los sonidos del teclado,
siento una soledad compasiva, casi acostumbrada, mortal y fugaz colega de noches vencidas por el estigma del secreto,
huidas del territorio de la sinrazón,
calladas por las bocas que reclaman amor, silencio, amor, desierto, amor, paz…. .
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