Busco entre hojas vacías
caricias prohibidas olvidadas junto a las dormidas sábanas,
y abandono entre sucias palabras las lágrimas secas que tanto saben a ti.
Siento que la divina emoción se encoge cuando pienso
en las notas que con inusitada comodidad
dictan recuerdos de una vida que no es mía,
de la que ya nada se
donde ya ni estoy ni soy,
y sueño entre agónicos versos,
con esas manos entrelazando la boca que hoy excita otro nombre.
Como por costumbre, nombro
a la ambigua soledad sabiendo que ya no me acompaña
y despido sin alimentos ni verdades
a la mañana que nace serena ocultándome aquella sonrisa robada
en el fondo de un marco viejo que tampoco habla ya.
Veo una luz envuelta con sabor a terciopelo
que ya no ilumina la cara del pasado entre recuerdos de blanco y negro,
y entiendo la mueca de placer que recogen las horas pasadas
junto a los aromas de otro lecho.
La magia se extingue, no te nombra,
el susurro no alienta las escuchas que descienden por tu origen
y se vuelven delicadas las caricias cuando adivinan en la espalda
la boca que hoy las cubre.
Busco en el espacio las ruinas que cobijan los lugares donde habitas,
y solo encuentro a la vida
vencida sobre tus brazos
prohibiendo que mis labios
te inunden de poesía.
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