Ya no espero que escuches
las oraciones que incestuosas se arrepienten de haberte llorado
y ente delicadas gotas fueron calando este pasado
que se vuelve esquivo y peligroso.
Ya no espero que me mires desde este altar de ausencia donde ya no estas,
desde donde repaso las convencidas palabras que un día aplacaron la ira,
que se sobrepusieron a las terribles dudas de tus ojos
y dubitativas se acercaron a los sonidos de tus labios.
Ya no espero que me incites a la locura,
ni que me indiques cuales son las letras de aquellos besos,
los que no quisiste que te diera y ahora recorren entero el camino de tu cuerpo,
esos que ahora te desvelan esquiva, fugaz, distinta.
Ya no espero que me nombres
ni siquiera se, si espero que me quieras.
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