Palabras y acordes que te miran por dentro

Todas las grandes pasiones son desesperadas: no tienen ninguna esperanza, porque en ese caso no serían pasiones, sino acuerdos, negocios razonables, comercio de insignificancias."
Sándor Márai.

sábado, 21 de junio de 2014

Reflejos de una vida en un siglo que no existe





Te cansaste de mis manos,
del color disimulado con el que se iluminaban las tuyas al acariciarlas, terciopelo gris en calles empedradas de corazones por donde recorríamos templos de insolencia y descaro. Días de  empinadas ruinas en ese barrio tuyo, con curvas y barro reconstruido de huellas del pasado, apalabrando y escondiendo nuestro amor en los desprevenidos portales de inmadura lujuria cuajados de amor. 

Y cada dia de vuelta a casa la esencia de tus días, el pañuelo de esa angustia vacía al decirnos adiós. Y  tardes de inesperadas despedidas en las que te dejabas llevar por las sombras sin motivo:  una mirada, un beso,  un adiós de  luces oscuras, palabras que  encerradas en tus labios sellaban  la  mirada con lagrimas que solo sonaban a silencio

Yo tampoco dije que al caminar perdido por ese  Madrid sin alba de entonces,  las calles traicionaban mis pasos sin el filo gastado de tus tacones, esos que crecían emocionados al compás de los míos, unos sonidos de olores y acordes delicados en medio de la madrugada.

Te cansaste de la limpia mirada que se acostaba en tu nuca muchas tardes de invierno. Tardes en las que agotada, tu cuerpo recitaba versos dormidos que  adornaban  el espacio de mis sueños, estremeciendose casi sin querer,  dando alivio al roce de tu falda, a las palmas de tus dudas, a ese pestañeo de las palabras cuando me susurraban cansadas historias que apenas llegabas a terminar. Mientras esos ojos tuyos vencidos por las sombras,  se inundaban de paz hasta abrazar la incansable noche donde los miedos, el amor y la vida,  iniciando así el conflicto de los sueños en una batalla sin final definido.

Te cansaste de esa voz temprana que inundaba de armonía el espacio de cada mañana en el camino del alborotado resurgir de la rutina, esa que estremecía la mesa de tu labor diaria mientras tus  piernas temblaban y el amor mas alocado, el mas lujurioso, el mas detenido y voraz siempre se presentaba, siempre recolocába cada día,  el abismo de los inconfesables sentidos  
Y esos lugares sin nombre, reconocidos mas tarde, donde las sombras recorrían la esencia de la vida y  mi voz quebrada y sucia por el ron con palabras de las noches en vela, te acompañaban armónicas hasta que  de vuelta a casa tus ojos conseguían rozar la felicidad en medio de tanta penumbra. 

Te cansaste del espejo que estrechaba tu vida hasta hacerla impracticable, un desierto de luces donde iluminar algunos recuerdos,  algunos instantes donde reconocerte,  lugares extintos donde recomponías la vida.  

Te cansaste de mi hombro, de mi brazo dormido en las noches en vela por tus sueños, de ese abrazo sujeto a la memoria que no te deja dormir, de las huellas que la lejía no borra y de los versos que el fuego no quema.
Te cansaste de sonreír en mis labios, de prometer a escondidas y ahora ya no hay esperanza para borrarme del alma.

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