En la chimenea no hay fuego y las notas caminan por los espacios vacíos
con su sorda melodía,
desordenados principios y esta escala vacía de armonías dispersas.
Es invierno en este intenso día de primavera,
el viento grita ahí afuera
y las nubes provocan versos mojados que las notas ahogan entre estas oraciones sin sentido.
Una canción profunda, un devenir sin alas que dejan las huidizas palabras,
abandonadas, esquivas y dormidas entre notas desviadas.
Acordes que se arrojan desordenados e inquietos a la cuneta del destino,
y huellas que hablan de aquellos pasos,
y manchas que sueñan con la suela de aquel llanto pisado por el olvido.
Una canción triste suena tras la sombra que incita a nuestras manos al pecado:
yo te pienso, tu me recitas... .
Las estrofas se mecen en tu boca, las palabras se duermen
en la mía.
Ese delirante vino rojo
que mancha de colores los vestidos que la vida tiñó de olvido blanco,
y esos zapatos medio rotos que incitan a robarme el alma,
a suturar la herida que descubres cuando mi orgullo esta ya rendido.
Pañuelos anudados en el cuello ahogan las caricias
que te rozan vencida,
y convierten en recuerdos la nostalgia que la respiración prohibe,
la ropa que tapa esos ojos vivos,
el dibujo que el aliento borra a través del complaciente humo
que se aloja ahora en los labios,
alborotando la saliva, enajenando las palabras,
entre cenizas y gotas de sudor enloquecido.
Las manos se quedan entonces frías,
los besos se retuercen en mis labios,
los ojos se quiebran en cada mirada y un olor a cristales mojados
se abrazan a las sabanas.
La sonrisa huye de la ermitaña boca
las manos se rompen en cada caricia....
Lágrimas de hielo, sorbos de madrugada,
y un instante infinito
mientras tus sueños vuelan.
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