Escucho esa sonrisa a lo lejos,
el eco profundo y delicado que deja su rastro invita a la locura
pero la distancia evita el roce y ambienta otra vez, una despedida.
Escucho su murmullo tranquilo
en la espalda de esa orilla que danza tenue al borde de las olas,
espigas de sal que convierten las palabras en delicadas fotografías en blanco y negro,
espacios vacíos, carentes de oficio,
encuentros sin rumbo donde perder la cordura
en esta madrugada que asusta y encoge los pasos,
que empuja y verticaliza los esquemas imperfectos de las horas y los días.
Repaso con dulzura las ultimas palabras, también las primeras,
y sin inquietud espero que el tiempo pase y la vida se detenga de nuevo ante mi herida,
espero ya sin anhelos que las miradas se tropiecen sin querer junto a mis versos,
espero que las nubes que me angustian expresen el reflejo de espejos manchados
por la imperfecta silueta de su sonrisa,
esa que manejaran los labios cuando te nombren sin querer decirte,
sin tener la intención de sentirte...
esa que hace enloquecer a los sueños que no serán,
los que no estarán jamas,
los que escondidos permanecerán con la puerta del deseo abierta de par en par,
aun sin saber si algún día volverás,
si querrás saber volver donde las frases son infinitas,
donde el umbral de ese desierto inmortal
se colará entre tu nombre y la madrugada,
esa que ya no encuentra tentación ninguna
y que hoy destierra, para que no duela,
silencios con forma de esqueletos prohibidos
que rellenos de palabras, murieron buscando tu mirada
cuando esta se apagaba en busca de la luz que devoraron mis sombras.
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