me recuerdas que ya no escribo,
me asaltas intermitente como si un semáforo de penas se alejara de mi
mientras tú, te acercas de nuevo para apartarme una vez más.
Pero si ya no escribo
¿porqué los versos deberían atormentarme cuando se deslizan por tu boca muerta
o por esa novedad ambigua que recitas sin mi?.
Escribir es un lugar desconocido ahora que te has ido,
una vocación ilusa donde esconder en cajones rotos los restos del pasado,
el lado esquivo de la vida
desde donde tirar palabras y esconder la mano se convierta en leyenda.
Completar poemas, abandonar las cartas espesas con susurros de alegría,
acomplejar ideas y resolver enigmas con un simple murmullo de versos mal escritos,
descolocados,
entre la hueca soledad y este estiércol mojado
que un día fue cobijo de tantos brotes de esperanza,
Escribir en caminos donde el instinto se provoque asi mismo
entre peligrosas mentiras,
absorbiendo las pedradas que el insomnio provoca para descolocarnos la vida,
donde los principios se extinguen y los temores son bula,
sin importar demasiado si aquel final te eligió asombrado,
o esas frases escritas en el quicio sereno de las noches sin ti
se adueñaron de mi estigma.
Me extraña que seas tu quien me reprocha donde están los versos,
quien se encoge en si misma
en la silenciosa silla de tan acostumbrado mutismo
cuando mis palabras te emboscan.
Me extraña más si cabe que no sepas porque me alejo
porque no quiero más muestras de consuelo,
mas regalos envueltos en papeles estampados de pena, misericordia o desvelos.
Me extraña que en este mundo de contraindicaciones
aún te piense
y discuta conmigo el porque de tanta ausencia
buscando entre tus labios prohibidos un: te anhelo.
Y ganas, muchas veces ganas,
me incitas a la escritura,
quizás porque no hay otro lugar donde encontrarte única
adorada, querida en exclusiva.
Quizás porque entre el murmullo de las teclas no hay mentiras
o porque el mundo no se acaba al levantarte de su cama,
y en este lugar perdido, donde las palabras te tocan,
tu vuelves a ser la primera.
La verdad es que no lamento haberte dejado sin versos,
dejarte a oscuras sin el tragaluz de tanta vida
sujeta simplemente a esa orilla tan tuya,
a ese lugar donde acurrucaste tantas olas
y con delicada paciencia envolvías
en esa magia encubierta que todo lo enmudecía.
La verdad es que me ha venido bien olvidarme de escribir tu melodías
las miradas repetidas que siempre acuden a mis teclas en busca de poesía.
Aunque ingenuamente, casi sin pensarlo,
aquí estoy de nuevo
condenando palabras a ese silencio tan tuyo que siempre vuelve.
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