Entonces te regalaré silencio,
porque nunca entendí que las palabras fueran lugares
inhóspitos para ti.
Quizás fue el eco de tus esperanzas al saltar por los aires
cuando sin querer te releo entre mis palabras.
O esta niebla de
primavera que apenas me deja respirar con ese humo implacable que tanta
distancia nos provoca y tanto brillo olvidado nos escuece en la saliva al
pronunciarnos.
Tiene que ser la sensación de ese delicado hilo
de sangre envejecida,
cuando al enjuagar las palabras las hace nuestras en medio
de un páramo de hojas rotas y arrugadas,
dolidas, descosidas y abandonadas.
Entonces solo barro y saliva revuelven tu mirada,
ahogando los espejos de tus manos en ese cuerpo solitario en
el que te has convertido por más brazos que provoquen tus instintos,
por más labios que dibujen tu tenue silueta cada madrugada.
Entonces deshoja tu discreto vestido entre mis manos para
provocar el secreto,
ese misterio desde donde nos asomamos a lo prohibido
ese oculto orgullo desde donde nada existe y todo son
palabras
sofocando discreción, paz, prudencia.
Entonces te regalaré silencio
porque nunca entendí que las manos, las caricias, los rumores
de los labios
fueran un lugar frio y sin cobijo para ti.
Te regalaré un
silencio que te abrace y de luz a las sombras que enfrían las
mañanas.
Un silencio inconcluso.
Un espacio añadido sin mas para que tus palabras no se
ahoguen
en nuestro misterio.
Recordaré que te debo silencio y que estas palabras no son más
que recuerdos,
rumores sencillos que no rompen el roce de tu boca al quebrantar
estremecida el diagrama del silencio.
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