Té verde
que
dulcifica mis labios y los hace temblar al ritmo de Laredo,
en ese
espacio finito e inquieto desde el que te muestras sin querer,
en ese
escueto doble fondo donde recoges a escondidas,
los restos de un presente roto
los restos de un presente roto
y sin apenas
descargarlos en ti,
los encoges entre
secretos y pesares
hasta hacerlos resistir a ese virulento espacio en el que nos encontramos
casi siempre sin querer.
hasta hacerlos resistir a ese virulento espacio en el que nos encontramos
casi siempre sin querer.
El último té
del olvido desde el que te asomas a mí
sin el
confortable cobijo de aquellas vendas azules
desde donde compartíamos
fotos con nuestras caras juntas,
la tuya en
la mía
con esa forma de acurrucarse en mis ojos hasta empapar los tuyos,
con esa forma de acurrucarse en mis ojos hasta empapar los tuyos,
con esas
lagrimas mías
llenas de calor donde soñar inquietas heridas
en el umbral de los pronombres que a oscuras se dilatan en ti,
se contraen en mi,
llenas de calor donde soñar inquietas heridas
en el umbral de los pronombres que a oscuras se dilatan en ti,
se contraen en mi,
nos elevan a
esa infancia secuestrada de amores del pasado,
con esa
vocación tuya imperceptible donde se asoman las playas de tu sonrisa,
las olas de
un virgen despertar cada mañana
bañando las olas en
esa fina arena que desluce y embarra el corazón,
pero
consuela con su saliva el rugir de los insignificantes
granos que
el azar esparce en ti.
Té verde y
riesgo incontenible cuando tus labios se pronuncian
aunque no me
miren,
aunque no me
besen,
aunque no
sonrojen a estos versos mudos que desnudan tu cuerpo,
aunque no se
extingan con esas palabras que acarician tu delicada esencia
y su calma
sentida ensombrezca las deudas pasadas,
las
contraídas con nuestras manos
con la
carencia y el inevitable desdén desde donde acaloras y provocas
cada
movimiento,
cada reflejo
que esos espejos rompen en tus ojos
hasta hacerlos devorar cualquier espacio entre tu y yo.
hasta hacerlos devorar cualquier espacio entre tu y yo.
Té verde
inquieto y cálido
aroma a brisa de verano,
manos que no
acarician y versos que duermen mudos en la humedad de la noche.
Sorbos de melancolía
que dibujan un recorrido ausente
desde donde
se borran todos nuestros motivos,
y posos con
paladar de futuro
donde se
desdibuja tu nombre,
donde tu
ausencia es, al final,
la mayor de
las presencias.
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