Me he perdido en el olvido y cuesta encontrar el camino.
Que difíciles son la tardes de domingo sin luz, sin ese placer tranquilo de los ordenados espacios donde habitan los recuerdos. A mi lado hasta ese pasado dormido improvisa, hasta esos sonidos callados son música desordenada y fugaz, un motivo mas desde donde asomarse al difícil y simple oficio de escribir
De repente siempre hay una voz que maneja la vida, que dirige todo por los mismos caminos donde recordaste ser quien eres.
De repente la vida juega con los sueños y se vuelven oscuros y esa trompeta rota devuelve claros los sonidos del verano. Su fuego cruzado, su viento perdido, marca las notas que los pasos provocan como un instrumento mas, como una partitura mas, como una delicada sonrisa que apenas se aprecia en tu boca.
Dame de esa distancia cristalina que evoca a mis dudas hacia el abismo. Dame de beber de esa boca milagrosa que siempre llena de gotas limpias mis ojos, mis lagrimas inconclusas, mis ríos de tinta roja escribiéndolo todo en estas tardes frías de domingos sin voz.
Me he perdido paseando por un silencio espeso, en la provocadora orilla de tu sombra delgada, en esos rincones llenos de espacio de donde no se sale jamás.
El camino perece, la distancia se aleja y se aleja. Asoma el lunes y nunca mas volveremos a ser. El domingo se ha vuelto a tragar nuestro espacio, la luz de nuestros ojos, el origen de un mundo sin el que quizás no volvamos a tenernos mas.
Me perdí sin motivo y nadie quiso salir a buscarme un domingo cualquiera. Ahora el lunes es un limbo infinito en el que todo se escapa y del que todo se aleja, un lugar en el que ya no te veo y todo se vuelve de un color despiadado, duro, molesto, incomodo.
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