Escribí por tus palabras
por aquellas que echaban de menos un dulce susurro
en esos labios desiertos y casi siempre dormidos,
por las que buscaban tu nombre en cualquier espacio vacío,
escribí por ver las horas junto al roce de tus manos
y sonreírle a los minutos,
por creer que siempre y aún así,
saber que podría volver a ser nunca.
Escribí para que los días
fueran esclavos de los sucesos que recorrían la memoria
y para que las fugaces instancias donde descansaran nuestras dudas
brillaran de nuevo a la orilla de esa cama color acuarela.
Escribí para que tus manos iluminaran la cara
al rozar las sentidas imágenes que tu rostro encuentra virgen cada mañana,
y para que las luces que tus ojos hacen brillar
explotaran de pasión al ver mi nombre escrito entre las sabanas.
Escribí para que tu imagen fuera la diosa de la constancia, en el amor,
en la incesante alegría,
en la ignorante tristeza que cada día nos abraza,
y escribí para que la melancolía recogiera cada lágrima de las mejillas del olvido
y las colocara sospechosas,
al lado de la nostálgica silla
en la que a veces nos sentamos por el placer de sujetarla.
Escribí en la imagen pasada de tus rodillas,
en el regazo distraído donde apoyaba mis pensamientos,
esos que dormidos en las interminables tardes de domingo
susurraban el cariño incomprendido que mas tarde echaste de menos mientras me decías adiós.
Escribí en los recuerdos que ya no me miran
con la intención de ser la imagen escrita y parada de una vida que no volverá a ser jamás.
Escribí con la intención de que me leyeras,
de que aumentaras la ilusión por seguir contando la vida a golpe de palabras sueltas que unidas provocaran
pasión, dolor, amor, tristeza, alegría , encanto
y para que el futuro supiera de mi, y de ti, y de tantas cosas
y por eso escribí
y por eso ya no escribo,
así.
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