Como los desechos y las ruinas de las avenidas en blanco y negro,
como el cólera adormecido de las cometas
y el inquieto ruido de los atardeceres mudos por la indolencia de las
gaviotas ciegas,
esas que entre
arrabales, suburbios y esquinas rotas
duermen conspiraciones y alimentan sensaciones decadentes.
Como pasos que se pudren entre el barro
y víboras salvajes que brotan de los
párpados de una mujer
en busca del último veneno,
el que infinito te llenara de vida,
el que asolado te encerrará en
cárceles de verano al aire libre,
sujetas al odio teñido por la azul arcilla
de un solar prohibido
que se derrumba en el consciente final.
Como tu nombre escrito póstumo en las paredes.
Como la voz
que ahogada por el eco de la intermitente casualidad
rompe una flor doblada por los
sueños,
donde seca y dormida la inquietud
se abalanza sobre la desierta orilla,
y la luz oscura se agazapa
en las esquinas de la densa niebla de
madrugada,
donde por fin,
ese privado destierro al
que me acojo
escribe con letras desnudas
tu nombre póstumo en las paredes del olvido
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