Palabras y acordes que te miran por dentro

Todas las grandes pasiones son desesperadas: no tienen ninguna esperanza, porque en ese caso no serían pasiones, sino acuerdos, negocios razonables, comercio de insignificancias."
Sándor Márai.

martes, 9 de diciembre de 2014

Y me olvidas.





 

Yo,
me pierdo sin ti 
cuando las huellas se borran y la paciencia se extingue entre los espacios donde ya no te escondes,
entre las sillas vacías donde todos se sientan sin ti, 
casi todos se sientan sin ti.


En el desguace de los versos enredados aparezco de madrugada,
pierdo piezas y sucumbo a los pronombres entre grasas envejecidas de adjetivos sin espacio ni lugar establecido.

Garaje de palabras este, donde abandonar los versos que no conjugan,
donde desubicar las palabras malsonantes y amontonar los tornillos de celos que se enroscan a tu silueta,
las ofensivas estrofas de esa vieja canción o ese estúpido poema que creímos perder
mientras la ignorancia nos soportaba.
Montones de chapas que pulir por donde reflejar las entrañas de aquella noche perdida 
en la que siempre quisimos morir de ausencia.

O esos domingos donde  prohibirnos las canciones rotas, 
rebuscando y mezclando en un constante corta y pega unas con otras, 
disolviendo entre lejías los estupores del presente sin mas color que el de la propia envidia sucia, embarrada, grasienta... dormida, amontonada... casi muerta.

Ese lugar donde la memoria se pierde rebuscando un delicado recuerdo que permanece intacto con el polvo derramado,
obviando cada palabra que sufre amontonada el desprecio de tantos exquisitos vocablos  que resultaron vacíos en medio de poemas sin corazón, sin estigma ni deseo, sin pasión.

Y ese día cansado , rendido, fatigado y prohibido que no sabe donde escupir tanta desilusión 
y opta por tragar no sin cierta amargura, 
palabras rescatadas al borde de la alcantarilla donde tantas veces estamos apunto de sucumbir, 
de saltar, 
de dejarnos llevar por la sucia corriente que la lluvia limpia ensucia cada noche al ahuyentar el dolor, entre los sueños incumplidos y los que jamás se cumplirán.

Y dejar caer las hojas llenas de amor a ese charco difuso donde te prometiste ser feliz, 
dejar que el barro y el agua revoquen los votos que no se podrán cumplir ya. 

Y te das cuenta sin querer, que es lunes otra vez..., martes,  miércoles,  que se yo...  y sigues vomitando versos como si quisieras vaciarte del todo de una vez por fin,
dejar de intoxicar tu vida con las palabras que desprecias, con las que ni siquiera podrías reciclar en esa estrofa de aquella canción que un día se quedó sin autor,
el instante desde donde observar, al menos de un plumazo, 
ese pedazo de vida que ya no vives, 
que ya no es tu vida.

Y mientras,
observas el desguace en el que se ha convertido esa amontonada escritura
que se cierne de colores oscuros sobre ti, 
verdes sucios y tintes que desfiguran la vista limpia de este lunes obsceno desde donde has decidido abandonarme de nuevo, 
a mi suerte, a mi espacio, 
a la rutina que no consigo predecir, 
a las esquinas que no persigo doblar por mas que esta curiosa estancia en mi estómago me incite a ello. 

Aquí, sin el lujo de tu sonrisa, 
sin las horas dormidas al borde de unos profundos sueños de un día que parece de fiesta
en este lunes imitador de domingo con pretensiones ,
abandonado a mi perdida distancia, así, sin más, con un "hasta luego", 
con un "ya nos veremos",
me dejas y me olvidas por esa extraña relación de mucha carne y poco corazón
emocionalmente dispar,
desde donde te asomas cada día como a un abismo infinito al que nadie te empuja 
y en el que nadie te espera después,
cuando el salto y el vacío se unen para decirte adiós.

Nadie en el fondo, nadie al principio... la nada mas allá.


En el pilar vacío donde me dejaste, me encontraras, 
donde se mezclan  los poemas que nadie escucha y las estrofas que andan perdidas
acabando en el olvido,
un limbo oscuro de cenizas y motores de acordes en mal estado,
donde tu desmemoria entrelazándose a mi memoria juega con la vida mientras pierde sus recuerdos,
mientras el olvido es también ese pasatiempo que nunca termina. 

Y así voy perdiendo yo también, 
entre colchones de muelles rotos y chatarra amontonada en el desguace de esta vida 
que no se endereza, que no se levanta ni compone,
allí donde el desuso te hace compañía
como si el olvido fuera tan fácil
y la memoria tan descuidada, 
como si cualquier día de estos no te apareciera de repente y tuvieras que volver a nombrarme. 



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