Aprendí a
susurrar sonrisas mientras te recordaba soñando en ese amor difuso que nunca
pensamos y que tanto disfrutamos juntos. Tenía la sensación de encontrar en ti
a esa sirena de los cuentos con los que nos dormíamos entre carcajadas después
de una sesión de amor con mayúsculas. Tu, recostabas la cabeza en ese hueco sólo
tuyo que mi pecho guardaba para las noches de paz. Yo, te enroscaba entre mis brazos con las palpitaciones todavía encendidas y con el calor encogiendo cada pensamiento de felicidad.
Luego, el silencio se convertía en suspiros leves, profundos,
como cuando el cansancio satisfecho se adueña de tus ojos hasta cerrarlos para llevarte, suave y delicada, hasta ese sueño profundo donde tus labios se juntan y forman una sonrisa, esta vez casi sin querer. Y la paz te inunda.
Esa paz que casi nunca encontramos en el día y que la noche
distraída e inconsciente siempre nos regala.
Entonces yo te prometía las cosas que no me atrevía a decirte mientras me mirabas a la luz de esos ojos que ahora ya eran sombras, entre las miles de muecas sordas que llenaban el día de un amor escrito con letras y pañuelos, pulseras y pantalones rotos. Eran esos días donde nos amábamos sin decírnoslo y sin embargo jamás dudamos de que así fuera.
Luego vino el silencio. Las palabras forzadas, las muestras de amor desprevenido y sin apenas saber porque. Los mensajes a media noche, los sueños con nombres ajenos, lugares donde ya no podíamos entrar.
Entonces yo te prometía las cosas que no me atrevía a decirte mientras me mirabas a la luz de esos ojos que ahora ya eran sombras, entre las miles de muecas sordas que llenaban el día de un amor escrito con letras y pañuelos, pulseras y pantalones rotos. Eran esos días donde nos amábamos sin decírnoslo y sin embargo jamás dudamos de que así fuera.
Luego vino el silencio. Las palabras forzadas, las muestras de amor desprevenido y sin apenas saber porque. Los mensajes a media noche, los sueños con nombres ajenos, lugares donde ya no podíamos entrar.
Quizás incluso la muerte que aparecía y desaparecía en medio
de todo aquello hizo que sin quererlo nos diéramos la espalda mas veces de las debidas. Quizás un pedazo de vida se nos escapaba día a día.
Más tarde, la depresión y los espacios cerrados, las penumbra en cada habitación donde intentábamos inspirarnos de un amor que se diluía entre el frío invierno. Un calor que ya no calentaba, un fugaz rincón donde esconder las palabras que no nos decíamos.
Y así pasaron los meses, tu enloqueciendo de incomprensión y yo estremeciéndome entre delirios y trastornos de un amor que ya no estaba.
Ahora muchos días son tristes, otros la vida nos llena de sonrisas. A veces pienso en borrar los espacios que todavía ocupas en mi memoria, insinuarle a mis pensamientos que no te traigan hasta mi. A veces me gustaría mentirte, decirte que no te quiero pero abriría los ojos y esa mirada mía te contaría todo de nuevo.
Hoy los versos ya no son besos, pero acarician mi corazón con la misma dulzura que siempre lo hicieron cuanto te pensaba, como ahora pienso.
Más tarde, la depresión y los espacios cerrados, las penumbra en cada habitación donde intentábamos inspirarnos de un amor que se diluía entre el frío invierno. Un calor que ya no calentaba, un fugaz rincón donde esconder las palabras que no nos decíamos.
Y así pasaron los meses, tu enloqueciendo de incomprensión y yo estremeciéndome entre delirios y trastornos de un amor que ya no estaba.
Ahora muchos días son tristes, otros la vida nos llena de sonrisas. A veces pienso en borrar los espacios que todavía ocupas en mi memoria, insinuarle a mis pensamientos que no te traigan hasta mi. A veces me gustaría mentirte, decirte que no te quiero pero abriría los ojos y esa mirada mía te contaría todo de nuevo.
Hoy los versos ya no son besos, pero acarician mi corazón con la misma dulzura que siempre lo hicieron cuanto te pensaba, como ahora pienso.
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