Palabras y acordes que te miran por dentro

Todas las grandes pasiones son desesperadas: no tienen ninguna esperanza, porque en ese caso no serían pasiones, sino acuerdos, negocios razonables, comercio de insignificancias."
Sándor Márai.

martes, 10 de febrero de 2015

Pienso y siento.







Yo que me quedo mirándote como el que no mira, como el que ausente huye o se escinde con los pensamientos perdidos en la explanada de esa rutina que convocan los días iguales o idénticos, espejos unos de otros.

Yo me quedo clavado espiando tus dudas, acariciando tu piel en el deshielo de la noche, sobornando a mis sueños para que me dejen empujarte contra el frio intenso de una pared vacía llena de ti.

Yo me quedo absorto sin miedo a que no vuelvas. Me quedo lleno de ti en las noches en las que no me doblegas, en los lugares comunes donde desconcertar a esa ira incesante que tanto declama en los días en que no estas. 

Y así llego a esa luna vacía, llena de sombras, donde mecer con dulzura la sintaxis que establecen las palabras cuando se cobijan en ti. 

Y cuando la ausencia se vuelve austera de secretos y delirios y no sé donde acudir para encontrarte. Cuando la esencia de lo que eras se disuelve entre las hojas de un invernó frío y desconcertante haciendo volar el orgullo  calle abajo, desobedezco y me enredo en los mas de mil paisajes que tu cuerpo desnudo me sugiere cuando no está.

Y así la retina se vuelve de un color rojo intenso entre el frío del invierno y el fuego de esos ojos que recuerdan  el Olimpo, antes de que la noche juegue a cautivar sin paliativos las sombras que te seducen, las manos que te provocan, las palabras que se diluyen entre las piernas de tu vida.

Y así caminar se hace diferente. Y así prolongar la senda del incierto destino se hace dulce y tenue a partes iguales. Mientras el mar que todo lo borra se acerca a la orilla que todo lo fija y consigue fundir entre la espuma,  un pedazo de vida que ayer era la más ingenua, las más anónima, la más desconocida.

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