Aprendí a
mirarte con el sabor de las palabras, sonidos que se estremecían juntos al
ángulo recto de tus pisadas.
Nos prometíamos olas de salitre envueltas en saliva y figuras de piedra donde adivinar la indulgente retina de esa luz oscura tan llena de vacío, tan llena de nada.
Nos prometíamos olas de salitre envueltas en saliva y figuras de piedra donde adivinar la indulgente retina de esa luz oscura tan llena de vacío, tan llena de nada.
Aprendí a
que sin nada podríamos llegar a ser todo y que cuando ya lo hubiéramos tenido,
todo podría convertirse en vacío sin mas murmullo que el de nuestras sombras dándose la
espalda.
Ahora apenas tengo recuerdos de aquellos roces de entonces, de esos instantes donde las caricias con formas de picos rotos nos rompían el alma. Las aristas de aquellos besos que sabían a fuga, y los sentidos destilando aromas que desnudaban las sabanas de esta todavía inútil habitación del sueño, donde no consigo encontrarte.
Es en esas tardes desde donde me asomo a mirar sin sentirte.
Te busco entonces con la educación prohibida de las sirenas, sin el coraje de los años desmedidos por el deseo y el fuego pero con las manos llenas de los errores de esa isla discreta que nada nos dio.
Desde entonces he aprendido a escuchar ese vacío inútil que tanto reduce la ansiedad de mis lamentos, que me lleva a encuadernar los recuerdos y colocarlos en la repisa de los libros sordos.
Desde entonces tu nombre son letras sin rumbo que jamas volverán a juntarse para decirme tanto.
Quizás te mencione en silencio sin espejos donde reflejarte. Y quizás te aísle entres aquellas sombras que sean capaces de adivinarte.
En cualquier
caso traslado tu recuerdo a ese jardín difuso donde las plantas sorteen tu espacio para no descuidarte. Arboles de
colores escuetos donde sollozaran los versos que ya olvidaste, para terminar abrazándote a las
estatuas de palabras y compartiendo rumores en los días de asueto.
Quizás las
hojas en las que ya no escribo sean capaces de recuperar esos latidos perdidos.
Quizás desde ahí la cadencia y la soledad no es mas que un recorrido difuso donde naufragan las palabras abrazadas a tu ausencia.
Quizás desde ahí la cadencia y la soledad no es mas que un recorrido difuso donde naufragan las palabras abrazadas a tu ausencia.
Quizás todo
sea un medio para perderte sin miedo, para abrazarte sin esa forma inmaterial y
permanente con la que nos abrazamos últimamente. Todo intento resulta vacío:
los brazos caídos, los labios gastados, los ojos vencidos y el corazón
castrado.
Mejor será que escuches sin mas a tu impaciencia. Recoge los esquemas desde donde nos nombrábamos y abandónate sin dudas a ese ejercicio de ternura llamado: felicidad.
Mejor será
que ocupes ese espacio desde donde te ves mas expuesta: el brillo de
los ojos y el calor de los deseos llenaran esos agujeros que sin duda te hará
el camino.
Y si la vida
te rescata, disculpa estos latidos en forma de versos. Los dos sabemos que los
sueños siempre son una forma inacabada de realidad donde de manera irremediable, sobran los motivos.
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