Por dentro,
me arrancas el corazón cuando me miras por
dentro.
Camino junto a esas espigas que
crecen soportando un infinito vendaval de sueños,
mientras tu me acaricias los verbos por dentro.
Y aún así, la sangre que me brota cuando
me arañan
tus pensamientos es desde dentro,
cuando en la soledad de tu compañía me enloquece esa esencia tuya
ese espacio que oculto me viene a buscar en cada oscuridad,
mientras me brota la noche y las sabanas se impregnan de ti.
Una boca que no besa y unos labios que se empapan
en este pegajoso frio con el que
nadie compite,
al que nadie se abraza y sin embargo...
... veo tus dedos y me envuelvo en tu boca y esos
sueños me hacen envejecer
como un catálogo de ilusiones lleno del polvo de
los años,
como un contrato rescindido lleno de esquinas mojadas
desde donde te asomas
desde donde el origen de tu estampa es algo más que una fantasía
rota e inabarcable.
Veo tus dedos adormeciendo esa boca que sin
palabras todo lo dice
y sin descanso todo lo toca,
lo besa,
lo exprime y acaricia
revienta infinita y vuelve a brillar por dentro,
como una comitiva de celos que se arremolinan en
tu cuerpo,
como un sin fin de gemidos que se estremecen en
un espacio vacío
tan dulce como profundo,
tan oscuro y especial como ese matiz casi gris
que hace de tu boca un sueño imposible.
Por dentro,
me repites por dentro una y otra vez,
me sujetas a tu espalda y me estremezco entre tus
besos por dentro
aunque tu no me dejes
aunque vueles muy lejos
aunque no necesites que los versos te expliquen
lo que las miradas recitan.
Y es que te miro
y siempre es por dentro.
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