Serena costumbre la de tus
palabras sobornándome en silencio:
-Ten paciencia, aquí te espero - dictan tus
labios cuando provocas a las letras y acompañas a los versos
Y mientras,
un sofoco con sabor a limón resbala por la
yemas de mis dedos sin poder apaciguar los golpes ciegos del teclado,
sin poder acostumbrar a
que los deseos duerman el orgullo y su desprevenido secreto
hasta que el tiempo nos
adopte y nos mime,
hasta que los labios se
vuelvan bocas y los sonidos enigmas solitarios,
con esa cadencia peligrosa
que suma y vierte de espejismos mi solitaria habitación.
Me serenas entre esos
suspiros que jadean firmes desde ese lugar con sabor a sal
desde el que me escribes: una
habitación solitaria, un despacho de luz artificial, una sensación cautiva entre
las miradas de un personal casual e inapropiado. Verbos, pronombres y consejos.
Mientras,
tu mente escribe y tu silencio provoca un misterio en los ojos que te miran desde nuestra fotografía.
tu mente escribe y tu silencio provoca un misterio en los ojos que te miran desde nuestra fotografía.
Un rincón de invierno,
de
pantalones cortos y media finas.
Será simplemente el sueño al que no me atrevo y sin
embargo deseo.
Me calmas, debes verme
demasiado angustiado, inquieto.
Me templas, tranquilizas, suavizas. Quizás
porque a ti también el miedo te atenaza y esconde,
te provoca y suscita
pensamientos esquivos que se aparecen sin permiso... una llamada, una esquina
rota, un volcán de miradas en tu café de siempre, una habitación en penumbra...
soy yo quien está al otro lado.
Y sin embargo se que la vida nos miente.
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