El año se abandona sin luchar, se deja llevar por la empinada cuesta que le invita a desaparecer al fondo del precipicio, al final de la escapada, en ese instante en que todo se acaba y la incertidumbre te avista y nada termina de comenzar.
El año se diluye entre la última copa en ese vaso escueto del que sólo nos queda el ultimo trago.
Las palabras ya no vuelan, se estancan, se arremolinan en el quicio estúpido de la incertidumbre, con el paso cansino y torpe, tropezando a cada dos por tres.
Ni siquiera son capaces de consolar esos instantes de insensatez que se amontonan en los últimos minutos en los que todo sabe a uvas y campanadas.
Ya no puedes leer sin ser vista, ya no puedes soñar sin ser vigilada. El discurso se pierde, quizás hasta se agote, o simplemente se olvide. Cada sonido un mensaje. Cada mensaje un descuido desde el que deslizar la memoria hasta que todo se calme.
Palabras , palabras que permanecen guardadas en el fondo del olvido, ese que es capaz de digerir hasta lo que no se puede tragar.
Siempre las condenaré a esperar a que un dia las puedas necesitar. Siempre las castigare a susurrar despacio los lamentos que todavía no conoces.
Siempre estarán condenadas a quererte solo a ti. Estas palabras prohibidas que ahora se esconden por si un dia cuando menos te lo esperes, quieras volver a buscarlas
Mientras tanto, no pierdas mis besos, al menos mantelos en la retina del recuerdo.
No pierdas mis labios, mi voz, mi espejismo. Al menos susurrarles caricias y te devolverán los roces de este anisado espacio donde prometo esperar a que vuelvas una noche.
Son las doce y todo se acaba.
Recuerda: olvida el pasado.
Pensemos rodeados de presente. Rompamos de golpe el futuro y que la vida nos regañe en Diciembre por habernos querido tanto.
El año se cierra, solo.
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