Que más da si las palabras
son cadenas que te asustan
que más da si no se
escapar a lomos de letras perdidas
ni galopar entre las
notas de tu nombre
ni entretenerme entre las
piernas que ocultas
entre las páginas que
roban tu cuerpo hasta enloquecer la vida.
Que más da si las musas ya
no se llevan
o si los versos se vuelven
dementes espacios donde rebuscar hasta no encontrar
donde morir sin el alivio
de un descanso infinito
donde servir de pasto a
esos buitres con aires contaminados
por el aliento de los
necios que aúllan con locura
de bares rotos y copas
marcadas en verbos adulterados.
Que más da si esta resaca
mía no es mas que un tugurio perdido
en el corazón de la vida,
si este dolor de ausencia
desprevenida no me viene por nada
o me busca por todo
y me encuentra en un fango
sobrio con sabor a lodos de un pasado
despistado que ya debería
haberse ido a morir.
Mientras vivo en un exilio
repentino de tinta negra y vuelos cortos
desde donde ajustarnos la
vida hasta que nos diga basta,
un retiro obligado desde donde
poder mirar cómo te alejas sin mas orgullo que unas lágrimas que sanen y
limpien cada rincón de la estancia.
Camino inquieto y divago
con la intensidad que me regalan los días,
quisiera llenarte de
vida, aunque los días se nublen de ausencia.
Buscarte y perderme
en esa cama de palabras hasta que te encuentre al otro lado,
acariciando la seda de tu
prosa,
enloqueciendo sin miedo a
la locura entre cada silaba que parta de tu boca.
Y salir de nuevo al camino entre las sombras que tiñen de luz la noche con el auxilio de tus palabras.
Y salir de nuevo al camino entre las sombras que tiñen de luz la noche con el auxilio de tus palabras.
Y así llenarlo todo de
versos, palabras, sencilla poesía que no sabe a ciencia cierta
si serlo es suficiente en
medio de tanta melancolía.
Es hora de sentir si estas dispuesta a vivir.
Déjame entonces entrar en
tu vida.
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