Delegué mi futuro en ti y como esa lluvia reciente que alivia y empapa
desapareciste y todo te lo llevaste.
No encuentro la caja de mis papeles desde que ya no estas,
y pierdo mis llaves dentro de mi
y escucho sonidos que no suenan y latidos de corazones que no laten,
embargo el futuro por el miedo a no tenerlo
y disuelvo los recuerdos con ese pánico que la añoranza regala cuando se atreve a soñar demasiado contigo
No encuentro la ropa que me ponía por las tardes
ni los pañuelos que acariciaban mis palabras cubriendo mi garganta
hasta hacerte sentir bien.
No recuerdo haberme olvidado de hacer el desayuno
y sin embargo me sonries diciendo que nunca hubo café en mi cocina
No encuentro esas sombras nocturnas que dibujaban tu cuerpo a la orilla de mi cama,
ni las sabanas que ocultaban amor y caricias en la penumbra de tantas noches.
No recuerdo haber olvidado nunca los besos que escribían la historia de tus labios cada mañana
ni siquiera se porque nos limitamos a asumir que la vida cambió y con ella nosotros
si las complejas rutinas nos han empujado cada año a cambiarlo todo para seguir en la misma orilla del río.
Dame la realidad de tu memoria
no se me ocurre una manera mejor de seguir la vida,
dame y te conformaré un discurso, un dibujo,
una de mis fotografías
un espacio desde donde el sonido de las nubes nunca sea demasiado corto
ni demasiado pesado.
Dame una escueta e inquieta mirada
una que me hable y me diga que toda esa ropa sobra,
que todas esas cajas sobran
que toda esa vida es de otros y la nuestra sigue esperando a que la vivamos
en nuestra casa vacía
en nuestros días dormidos
en nuestra cama discreta
en esa inmensa leyenda que somos capaces de escribir con solo mirarnos.
Quizás todo está escrito
pero ya no lo recuerdo.
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